Siendo Harold Pinter uno de mis dramaturgos preferidos y pudiendo apreciar una muy buena construcción de personaje de Albert Pérez como indigente, la única opción válida para imputar el cargo del "castigo" al que sometí a mi acompañante del sábado es al director.
Gracias al juego improvisado de espiar a espectadores dando cabezazos de sueño logramos no caer presos en las garras de Morfeo.
Rubén Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario