A veces fantaseo con vivir en una España donde se me hubiera enseñado a sentirme orgulloso de la gente, de la lucha obrera, del sufragio femenino, de los movimientos de base, de las asambleas vecinales, de las dos Repúblicas... sin importar la lengua o dialecto que se hable, donde las banderas no tuvieran que representar nada, donde la cultura sólo sirviera para alimentar el alma y no como identidad de nada. A veces fantaseo con que mi generación no sea la última en querer opinar sobre política. A veces fantaseo con la idea de que 80 policías no puedan con 800 trabajadores. A veces fantaseo con que 40 millones de habitantes no se dejen someter por una clase política. A veces fantaseo con que las entidades financieras sean sólo esa parte marginal del sistema que trata de buscar algo de provecho en lo que el pueblo ya no necesita.
Alberto San Juan me aporta datos que demuestran que, en otros tiempos, mucho de eso ha sido posible.
Fin de temporada del Lliure con Inma, quien hace que todas mis reflexiones sean más ricas.