lunes, 25 de enero de 2016

Dextrocardiaco


El proyecto Dextrocardiaco lo conozco desde bien pronto por motivos obvios.  Cuando leí el texto me pareció que podía funcionar bien en esta nueva tendencia "marica" de poner de moda el teatro.  Una persona de teatro como yo, se debate entre despotricar contra estas modas teatreras que llevan maricas guapos a escena para llenar la sala de actualizadores de instagram con el cartel, o con agradecer a estos proyectos que el teatro se convierta en algo de interés más general.  Optando por la segunda opción, preparamos finde en Madrid para poder ver la obra.  Nada más sentarme en la grada (cartel de todo vendido como cada semana) ya veo una escenografía que anticipa lo que luego confirmo:  Copia amateur de Smiley de Guillem Clúa.  Según avanza la función, más confirmación de la copia, pero esta vez con unos protagonistas (¿actores?) que no se creen su personaje, que quizá no están bien escritos y que seguro no están bien dirigidos (ser director es algo muy difícil, y que generalmente no coincide con ser buen dramaturgo).  Por suerte, los secundarios (no necesarios en Smiley) sí son un acierto:  Están muy bien definidos, muy bien entendidos y muy bien interpretados.  Decididamente salvan la obra, la hacen divertida y el efecto segundo de la moda marica-teatro se consigue con creces.  El proyecto gusta, funciona, y ayuda a consolidar la moda del teatro entre los de mi género.
La mayoría de las críticas-opiniones suelen estar sesgadas por favores publicitarios o por pudores sentimentales.  La suerte de que ni siquiera mis amigos (Sele) lean mis notas sobre el teatro que consumo es que pueda seguir escribiendo lo que pienso.

Rubén Hernández

lunes, 18 de enero de 2016

Infàmia


Saliendo de ver nuevamente a La Vilarasau, mis amigos decían estar seguros de que yo había disfrutado como un enano.  Para ellos, la cosa había estado bien, pero decían estar aburridos de la temática "teorizar sobre el teatro mientras haces teatro".  Seguramente tienen razón, pero lo que la Vilarasau consigue hacer en mí, una y otra vez, no lo consigue casi nadie.
Podría finalizar aquí mis notas, pero creo que el montaje merece que resalte lo "bien traída" que está la explicación sobre las dos clases de actores encarnada en los dos personajes veteranos, que a su vez (a mí entender) coincide con la de los dos actores detrás de los personajes.  Pero es que también me parece perfectamente ilustrado cómo las nuevas generaciones de actores se fijan en ellos, sin saber muy bien de qué "escuela" son, o si realmente quieren ser escuela o tan sólo salir en televisión.

Rubén Hernández