No sé por qué nunca había reparado en las piernas de Marta Etura. De haberlo hecho, sin duda hubiera deducido que, al igual que yo, comparte pasión por el teatro y la danza. Yo como espectador. Ella como intérprete. Y como era de esperar, desprendiendo esa misma luz que la hace tan especial.
El espectáculo es perfecto. Muestra los procesos humanos del amor, el desamor, la tozudez ante el amor inconveniente. La pérdida de la claridad mental para saber por dónde seguir. Y finalmente la importancia de la actitud para seguir disponiendo de vidas en el juego del amor.
En mi caso, la actitud también me hizo encontrarlo.
Rubén Hernández