Al igual que preparar un plato exquisito con ingredientes de primerísima calidad no resta mérito al cocinero, debo reconocer a Julio Manrique (a quien considero un poco chuleta) que la ha clavado.
Escenografía partida en dos: Por un lado el desarrollo de la trama, con bien de recursos técnicos para dar un resultado simple y minimalista. Por otro lado la parte onírica, sensible, intimista, con un pianista (bravo Carles Pedragosa) sobre suelo negro desnudo que acompaña sutilmente cada uno de los pasajes de la obra.
Elenco perfecto: Jordi Bosch infalible como siempre. Laura Conejero austera y real. Andreu Benito regio y creíble. Lluís Marco (irreconocible) transmitiendo mucho más allá de su texto. Pablo Derqui inquietante y perturbado. Miranda Gas, de casta le viene al galgo. Elena Tarrats, qué perfección en su interpretación de una niña.
No necesito perder tiempo en ordenar las ideas para decir que anoche vi la que seguramente será mi favorita de la temporada del Lliure.
PD: Lo escribo fuera de texto para no ensuciar demasiado, pero la única pega que he visto es que el drama del personaje de Ivan Benet respecto de su paternidad lo veo demasiado forzado en los tiempos actuales