En mis reflexiones-teorías aparece desde hace un tiempo el tema de las relaciones de pareja. Lo mucho que la mayoría deseamos encontrarla. Lo mal que se pasa cuando quieres tenerla y no lo consigues. La ilusión con la que se empieza y la cantidad de planes que se hacen desde el primer momento. Y lo imbécil que uno puede llegar a ser con esa persona que tanto tiempo has deseado encontrar. Si aplicáramos con la pareja la misma tolerancia, diálogo, comprensión, simpatía, bondad, solidaridad... que somos capaces de tener con un amigo, ¿cuántas de las parejas fracasadas que vemos alrededor nuestro seguirían juntas? Y lo que es mejor, ¡felices! Por el contrario, si la predisposición con la pareja es la de no pasar ningún error, herir en lugar de dialogar, molestarse en lugar de acompañarse... en definitiva, ver verruga donde antes veías lunar, ¿por qué se persigue continuamente caer en la trampa del amor? Tener estas reflexiones a mí me ayuda mucho a ser feliz habiendo conseguido formar pareja con un tío estupendo.
Lo de la obra es el grado superlativo de lo que puede una pareja llegar a odiarse sin que aparentemente lo parezca. Lo mucho que una personalidad puede llegar a crispar a la personalidad opuesta donde en inicio debió haber atracción. El daño psicológico que puede llegar a causarse con el reproche acerca de la esencia del otro. Los problemas de la no comunicación. Lo letal de la falta de empatía. El absurdo de no afrontar la realidad a tiempo y dejar una relación evitándote infelicidad o tortura. Jordi Casanovas es cada vez más mi favorito; Marull y Derqui, un gustazo.