Una escenografía a la par chocante y espectacular a cargo de Christian Schmidt (trataré de recordar este nombre) es lo único que puede desviar la atención de Kurt Streit y de Patricia Petibon. Él es todo lo que se puede pedir a un HOMBRE en escena. Ella es directamente SUBLIME.
Y no quiero añadir mucho más. Lo único que quiero hacer con esta entrada es recomendar encarecidamente asistir a la ópera...aunque no quiero dejar de comentar una reflexión que me surgió a la salida del Liceu: Es raro que en estos tiempos actuales del "todo vale" no hayan vuelto a aparecer los Castrati...no sé, aunque sean chinos, o japos...no?
Rubén Hernández
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